El futuro del libro de papel está ennegrecido. Esto puede ser una afirmación un tanto apocalíptica y es que la inminente aparición de los libros electrónicos ha desencadenado las predicciones que auguran la inevitable muerte de los libros impresos, afirmación que a los fieles amantes de la lectura nos genera una especie de temor y descontento.
Es cierto que la llegada del libro electrónico modernizó el concepto de lectura. Estos ocupan poco espacio, no se deterioran o se pierden, son más baratos y fáciles de reproducir y se acomodan a la necesidad del lector. Asimismo, representan el fácil acceso al conocimiento y a la información con tan sólo un clic.
¿Son estas razones suficientes para que aquellos lectores que disfrutan el olor de los libros y el contacto táctil al pasar las hojas, se rindan ante un producto virtual que no satisfará ese capricho? Duele que las tabletas electrónicas sean el sustituto de esa criatura de lomo y cuerpo que produce tantos placeres.
Por otra parte, no solo la apariencia que envuelve al libro nos preocupa, sino también su contenido. Puede que la inmaterialidad del libro electrónico, contagie la manera de escribir de los autores, pues aunque no hay duda de que el internet es un aliado para acceder fácil e instantáneamente a la información, también ha sido un factor distractor para la producción de ideas que trasciendan de lo banal.

Pero que no se culpe totalmente a la tecnología de este mal, sino a la falta de formación que existe en nuestra generación, que es tan renuente a la lectura. Es extraño ver a jóvenes fascinados por acumular libros y devorarlos. Los que actualmente llevan consigo más de 9.000 ejemplares en sus e-book, no se creen ni someramente capaces de leerlos.
Los libros electrónicos no garantizan que se fomente el hábito de la lectura. El que es apasionado del acto de leer, conoce desde siempre que es un reto estimulante, un detonante para la aparición de un sinfín de imágenes literarias e inconscientemente se convierte en escritor de lo que lee. Eso solo lo experimenta aquel que valora de verdad a los libros.
En la actualidad, no nos queda otra opción que aceptar una sana convivencia de los libros y las publicaciones en la red con los tradicionales de papel. No pueden negarse los beneficios de la informática. No obstante, el libro siempre será reconocido como vehículo del conocimiento, de la transmisión de tradiciones, de la siembra de ideas y la aniquilación de otras.

Si me preguntan ¿sobrevivirán los libros de papel o acabarán con ellos los libros electrónicos?; puedo atreverme a responder que el libro continúa teniendo cuerpo y olor. Parte de su encanto sigue siendo tocarlo, cargarlo entre las manos, acariciar su lomo, su cubierta, marcar sus páginas, olfatearlo, presumirlo.
Además, todavía hay quienes sueñan con tener una gran biblioteca en casa, coleccionar las ediciones de sus obras y escritores favoritos. Seguro vendrán tiempos aún más difíciles para los libros de papel, pero indudablemente sabrán arreglárselas para sobrevivir.
[Como Nina, el mote que le puso su padre, firma María Laura Padrón estos textos sacados del baúl. Fragmentos de su adolescencia, escritos bajo la influencia de personajes y lecturas que le volaron la cabeza. Un ejercicio para reírse de sí misma y evocar a la muchacha curiosa que solo quería leer y escribir].