Entre el éxtasis y la compulsión: episodios maníacos de un lector

La lectura nos absorbe: rituales, costumbres y delirios nos atrapan en cada página, sin escapatoria ni remedio.

La cama como aposento sagrado, tirados en un sofá o sentados en el suelo, esperando en la cola de un banco o en un viaje atormentado en las camionetas de pasajeros, de cuclillas o de pie, juiciosos en el “trono” o realizando una larga caminata en las mañanas, los libros se dejan descubrir en momentos y lugares tan accidentales como ideales para el antojo de cada lector.

Leer es un acto que se apodera de los sentidos, hay quienes se preparan con un ritual divino para pasearse por las líneas de una nueva historia entre sus manos. Y es que sean de romance, drama, suspenso, terror, policiaco, clásicos, bestsellers, espirituales, de autoayuda o históricos, parece que en el mundo hay un libro especial para cada lector, que desde que sus hojas fueron marcadas con tinta, ya estaba predestinado a quién pertenecería.

Es por ello que como dueños de los libros, los lectores nos volvemos unos maniáticos cuando tenemos la ocasión de escapar de nuestra realidad para sumergirnos en otra, que es totalmente ajena hasta que deliramos con ella. Hay quienes antes de comenzar a leer, averiguan la biografía del autor y se informan con reseñas de la obra, hay otros que no toleran ver resúmenes, tampoco que se los cuente alguien más.

Cuando por fin comienza la aventura, se escoge un marcalibro exclusivo, mientras que los más indiferentes utilizan de separador lo primero que consigan. Unos se saltan las introducciones, otros incluso leen los datos de imprenta. Los excéntricos le hacen fundas para que la cubierta no se estropee o al final del día los limpian con alcohol.

Está terminantemente prohibido hacer anotaciones; subrayar frases o doblar las hojas, es un sacrilegio. No se abandonan los libros, no se dejan a medio leer. Prestarlos, es una blasfemia. Algunos no se detienen hasta que no hayan terminado un capítulo, los más curiosos quieren enterarse antes del final. No se aceptan interrupciones; para unos debe haber completo silencio, para otros la música de fondo es una opción maravillosa.

Hay libros que tienen un lugar propio, se les ordena en las bibliotecas por colores, tamaños, autor e importancia. Las ediciones más grandes y ostentosas suelen tener más fanáticos, mientras que las “de bolsillo” pasan sin entusiasmo. También, existe una gran obsesión por los libros viejos y por su olor.

Y así, podría llenar muchas líneas citando un sinfín episodios maníacos, derivados de la pasión por la lectura. Esa exquisita demencia que nos hace alucinar, porque sabemos que estamos ante un tesoro que inconscientemente escribimos. Atontados y fascinados, exaltados y cautivados, no hay cura posible para este trastorno mental sufrido por nuestros libros.


[Como Nina, el mote que le puso su padre, firma María Laura Padrón estos textos sacados del baúl. Fragmentos de su adolescencia, escritos bajo la influencia de personajes y lecturas que le volaron la cabeza. Un ejercicio para reírse de sí misma y evocar a la muchacha curiosa que solo quería leer y escribir].

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