El día que Scout Finch supo por qué es pecado «Matar un ruiseñor»

En un pueblo surcado por el racismo, Scout y su hermano Jem aprenden las duras lecciones de la vida a través del juicio de Tom Robinson.

En Matar un ruiseñor (1960), la escritora estadounidense Harper Lee adopta la perspectiva de Jean Louise Finch, conocida como Scout, para revivir los complejos y turbulentos sucesos de un pequeño pueblo en Alabama durante la Gran Depresión. A través de su mirada infantil, nos adentra en un mundo de contradicciones, donde los valores de justicia, moralidad y la lucha contra los prejuicios raciales se enfrentan al conservadurismo de una sociedad profundamente segregada.


Sentada en el regazo de su padre permanece Jean Louise Finch. Todos la conocen como Scout y solo las palabras oportunas de Atticus Finch pueden calmar sus arrebatos que no son nada compatibles con las convenciones sociales que reinan en la pequeña ciudad sureña de Maycomb en los años 30; una región sometida a los prejuicios raciales y el rechazo hacia lo diferente.

Scout no es como todas las niñas de su edad; detesta usar vestidos y no sueña con convertirse en una dama para compartir el té entre murmuraciones. En casa de los Finch no existe pregunta que Atticus no pueda responder; él con empeñada ternura explica a sus dos hijos que, aunque la gente les parezca muy rara, la mayoría de las personas son buenas.

Pero ¿cómo hacerle entender esto a una niña de Alabama y a su hermano Jem, cuando juntos tuvieron que enfrentarse a un hecho que transformó su mundo en lo que sería un verano inolvidable, un verano en el que se les partió el corazón?

«¡Aficionado (o amante) a los negros!», se referían hacia su padre algunos niños de la escuela y otros lugareños. El respetable abogado Atticus Finch estaba protagonizando una gran controversia: Fue designado como el defensor de un hombre negro, Tom Robinson, de haber violado a una muchacha blanca.

En una ciudad en la que no existían garantías judiciales para los negros, Atticus emprende una aventura en contradicción con la sociedad para enseñarles a sus hijos el verdadero valor de la justicia y la humanidad. Él es viudo y solo cuenta con el apoyo de la criada Calpurnia y la repentina aparición de su hermana Alexandra, quienes se disputarán la manera correcta de criar a los pequeños.

Consternados, a Maycomb poco le interesó el caso de Tom Robinson después de su inevitable desenlace. Más allá de los cuchicheos y señalamientos a dedo de todos los involucrados, apenas una editorial se leyó días después en unos de los periódicos: Se le comparaba con la muerte de los ruiseñores a causa de los niños que lo hacían necia y gratuitamente. Scout finalmente entendió aquella lección que su padre alguna vez les dio cuando jugaban con sus escopetas: «Recordad que matar un ruiseñor es pecado». No hacen más que derramar su corazón, cantando para nuestro deleite.

La época más anhelada para Scout Finch era el verano. Con él solía llegar, además del calor ofuscante y el descanso de la escuela, su entrañable amigo Dill, quien pasaba las vacaciones en una casa vecina. La historia nos acerca a Scout, Jem y Dill, que se proponen averiguar por qué a «Boo» Radley nunca se le ve en las calles; es un personaje misterioso, que los adultos nunca se atreven a nombrar.

Esa parecía ser su más osada aventura: conseguir que el solitario vecino se asomara alguna vez para poder verle. Sólo consiguieron unos regalos en un viejo roble que los dejó «embelesados, asombrados, aprensivos»; además del eterno agradecimiento por haberles salvado la vida.


[Como Nina, el mote que le puso su padre, firma María Laura Padrón estos textos sacados del baúl. Fragmentos de su adolescencia, escritos bajo la influencia de personajes y lecturas que le volaron la cabeza. Un ejercicio para reírse de sí misma y evocar a la muchacha curiosa que solo quería leer y escribir].

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